Creo que el mundo me dejo de pertenecer, los sueños se me fueron mientras esperaba a
que llegasen, y me sentía como un mueble, si, un mueble, ese mueble cómodo al
final de la sala, donde todos parecen querer sentarse a ver el partido, donde
se riega la cerveza, me siento como ese mueble, está allí sin moverse, sin
hablar, sin sentir algunas veces el montón de idiotas que le dan uso.
Y
qué si se me fueron los sueños, pueden llegar otros me dije. Y seguí esperando
a que llegasen de un minuto a otro, les espere de madrugada, en la lluvia de
problemas cayendo en la sala. Escuché todo tipo de promesas incumplidas e infidelidades
consumadas, esperé por algún indicio del destino, ese que se supone diría levántate
he llegado, vengo a recogerte para llevarte a la vida.
Mientras,
se imaginan, pasaban los años, y venían todos de sus diversiones a recostarse
en el mueble abandonado. Podía ver las fotos, las sonrisas parecían auténticas,
verdaderas, a todos le habían ido a buscar hasta sus casas pensé.
Entonces
llegaste tú, venías de visita desde un lugar lejano, entraste con el aire de no
ser un mueble sino la casa entera. Se detuvieron los corazones un minuto para
verte, y te sentaste, justo a mi lado, dejé de ser un mueble cuando me buscaste
conversación. No tenía temas para hablar, había estado estática por muchos
años, abrí los ojos por primera vez. Te fuiste ese mismo día, sin saber que
habías sido mi versión del destino diciéndome levántate he llegado a buscarte.
Me
levanté a buscarte.
Escuche
música, vi películas, caminé de noche por boulevares, leí muchos libros. Tuve
sexo, me rasque el día de mi cumpleaños, acampé en la playa, tome café con
amigos, me rompieron el corazón en demasiadas oportunidades, y en todas intenté
ser un mueble otra vez, pero siempre emergía tu recuerdo como ráfagas de colores.
Sonreía y volvía a salir a la vida, caminando siempre con la lentitud de los
tiempos de antes.
Una
noche volviste de visita, llevabas dos grandes maletas y la misma sonrisa de la
primera vez. Te sentaste a mi lado, teniendo todo un arsenal de hombres en la
habitación, y me buscaste conversación. Supe cómo responder a tus preguntas,
como no había podido hacer antes, reíste y reí. Mi corazón si no se detuvo para
verte, siguió caminando con el tuyo.
Instalaste
tus maletas en mi vida, invadiendo mi armario, mi cama, mis sueños, todo sin
saber que eras mi versión del destino diciendo he llegado para quedarme.
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